La sensación es como cuando un hijo se va de viaje. Le deseas lo mejor y quieres que se divierta pero te da pena. Yo cuando los pinto digo que bonitos y que de trabajo, y quiero que los luzcan y los disfruten pero se queda un vacio que solo se compensa cuando clientes como los que van tener estos abanicos aparecen en tu vida. Alaban tu trabajo y presumen de ellos.
Estos se van para Zaragoza y sus clientas han sido de aquellas personas que sin conocerlas te gustan a primera vista.
Espero que los disfruten y alguna vez volvamos a vernos.
Buen viaje
(Uno de ellos es una tercera entrega de zapatos)
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